La música se toca “de oído”.
Si ud. aprendió “por música” lamento informarle que no está tocando el piano, sino ejerciendo una suerte de mecanografía y aunque el resultado sonoro se asemeje a la obra, es solo una serie de sonidos deshabitados ordenados mecánicamente.
Tocar música es habitar el sonido.
Darle un sentido vital a ese simple chocar de partículas de aire.
Saber escribir y conocer las reglas gramaticales, sintácticas y ortográficas no te hace escritor ni mucho menos poeta.
Aún así muchos creen que la música puede caber en una partitura. Pero no entra.
Esa maraña de pelotitas dibujadas en el pentagrama, es solo una hoja de ruta que escribió alguien que encontró una música, para indicarle a otro músico cómo hallarla.
Por eso me encantan las partituras porque son como el guglemap.
Aunque se puede hacer una canción sin escribir la música, porque las canciones viven en nosotros, tan cerquita que a veces ni hace falta el GPS para encontrarlas.
Pero una sinfonía o un arreglo de orquesta difícilmente se puede componer sin escribir.
Sería como hacer una novela de memoria sin anotar nada.
Es importante saber anotar todo:
el argumento, los caminos de cada instrumento, el papel que cumple cada uno en la obra, los escenarios; las combinaciones, los colores, texturas y coreografías que van bailando los sonidos, como quien hace el guión bien detallado de la película.
Por eso cuando viene un alumno orejero, trato de enseñarle como se hace el mapita.
Para que pueda tocar con otros sin tener que deshacerse la cara en muecas.
Aunque en la música popular igual seguimos usando la cabeceada, levantada de cejas, apertura grande de ojos y alargamiento de trucha para indicarnos un universo de acotaciones musicales.
A mi amigo Jero yo le adivino el acorde mirándole la cara nomás.
Porque cuando uno ya se conoce se adivina la música. Es como un cifrado facial que inventamos.
Y al que aprendió “por música” lo primero que hago es quitarle la partitura.
Para que aprenda a encontrar la música en el aire.
Porque ahí están sonando todas las músicas.
El músico es el que sintoniza, escucha y reproduce.
Por ahí andan también todas las canciones que fueron escritas, en una especie de sopa de letras invisible flotante, dónde el que sabe, encuentra el camino de palabras, que también son sonidos:
Pedacitos de aire chocandose, que si no los habitamos, no dicen nada.