La música es terrenal.
Como la carne y los huesos.
Y no pasa por la cabeza sino por el cuerpo.
Yo antes creía que era como un misterio del más allá…
Ahora que la frecuento más,
sigue siendo un misterio…
Pero de más acá.
Aunque se parezca al lenguaje de los dioses es tan terrenal como el aire mismo que la genera.
Y si hay dioses para mí que viven más allá… donde la música no suena aunque todo este hecho de ella.
Por eso desconfío de los masalláses y también de los que siempre tocan lo mismo y de igual manera.
Prefiero tocar para las gentes el tema del momento y a temperatura ambiente, aunque tenga que escribir partituras todos los dias, en el papel o en el aire.
Pero en realidad nunca una nota es igual a otra, aunque toques mil veces la misma tecla.
Por eso también puedo desconfiar de mí y a veces tocar siempre lo mismo y que no sea igual.
Pensé todo esto cuando entre a mi estudio después de muchos días…
Como había quedado un poco abierta la puerta, el viento empujó el otoño pa’ adentro y lo desparramó todo por el piso.
Tuve que barrerme antes de sentar el piano, porque ya tengo demasiadas canciones de lluvias y hojas secas, aunque ya sé que ningún otoño es igual a otro.